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Efectos y complicaciones de los piercings sobre la cavidad oral

  • Publicado el 19 de Diciembre de 2018
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  • SALUD ORAL
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Efectos y complicaciones de los piercings sobre la cavidad oral

El uso de piercings ha sido una práctica llevada a cabo a lo largo de la historia, ya que se han empleado por determinadas culturas con una gran diversidad de motivos: los principales son los religiosos, los tribales o los sexuales. Esta práctica ha sobrevivido a lo largo del tiempo, aunque ha sufrido multitud de variaciones y un proceso de evolución que han concluido con la idea que se tiene actualmente sobre los piercings. En estos momentos, estos ornamentos han experimentado un elevado auge junto con otros elementos que forman parte del body art, como son los tatuajes y la pintura corporal, que conciben el propio organismo como un lienzo.

La concepción actual del piercing consiste en una perforación que se realiza en una determinada zona del cuerpo con el fin de colocar en ella un pendiente u otro ornamento. Su realización tiene distintas pretensiones, entre las que se encuentran la transformación de la apariencia corporal, la demostración de la inconformidad del individuo frente a lo socialmente establecido, el seguimiento de una moda o la empatía con determinadas culturas, así como la creencia de lograr una mejora estética.

En cuanto a las localizaciones orales y periorales de los piercings, encontramos que se lleva a cabo su realización en lugares muy diversos. Con una mayor frecuencia se realizan en la lengua, seguida del labio, aunque también se colocan en las mejillas. Con una frecuencia menor se localizan en zonas como frenillos o incluso en la úvula.

Existen distintos tipos de piercings en cuanto a su forma: el anillo consiste en una circunferencia que puede presentar en uno de sus extremos, o en ambos, una esfera y su localización más frecuente es en los labios o en los laterales de la lengua; el labrette es una barra limitada en un extremo por una esfera y en el otro por un cierre con forma circular, que se ubica en el labio inferior, y, por último, el otro tipo de piercing que se emplea en la cavidad bucal es el barbell, que es una barra que presenta una esfera en cada extremo. Éste es el tipo de piercing más empleado en la cavidad bucal, colocándose con mayor frecuencia en la lengua.

En cuanto al material empleado en la elaboración de los piercings, normalmente se utiliza una serie de metales hipoalergénicos y no tóxicos –el oro, el titanio, el acero inoxidable o el niobio–, aunque también se usan materiales como plástico, acrílico o madera, entre otros. Asimismo, se evita la colocación de piercings elaborados con metales que generan mayor toxicidad y que frecuentemente son más alérgenos, como la plata, el bronce o el cobre4.

Existe hoy en día un aumento sustancial de la colocación de piercings. Las personas que deciden llevar uno desconocen las complicaciones ligadas a su uso. Pero estos ornamentos ocasionan multitud de efectos que atentan contra la salud del individuo que los porta, pudiendo producir innumerables efectos dañinos que van desde el dolor tras la realización de la punción hasta importantes complicaciones infecciosas.

En lo referente a la extensión de esta práctica, se observa que principalmente se lleva a cabo por parte de adolescentes y adultos jóvenes, pudiendo establecer que la colocación de piercings se inicia en una edad comprendida entre los 14 y los 18 años. No se han hallado diferencias significativas en cuanto al sexo.

Las complicaciones que se derivan del uso del piercing pueden ocasionar desde hemorragias, cicatrices e infecciones hasta incluso daños en el sistema nervioso. Es decir, existen diferentes condiciones patológicas asociadas a ellos y en torno a una de cada cinco personas que se someten a una perforación en la cavidad oral sufrirá un problema sanitario6.

En primer lugar, tras la realización de la perforación aparecen síntomas como el dolor y la inflamación, que pueden prolongarse durante varios días. También puede producirse sangrado dependiendo de la vascularización de la zona donde se haya llevado a cabo la perforación –donde mayor riesgo existe es en la lengua–. También es posible encontrar un agrandamiento de los ganglios submentonianos y submandibulares provocado por los efectos de la inflamación.

En el momento de la perforación, también se puede producir la afectación de un nervio, provocando con ello daños motores, sensoriales o incluso una parestesia. La localización oral en la que existe un mayor riesgo de que se produzca este tipo de lesión al realizar una perforación es en la lengua. Ésta consta de una parte sensitiva inervada por los nervios lingual, glosofaríngeo y neumogástrico, además de una parte motora cuya inervación reside en los nervios hipogloso y glosofaríngeo. Por ello, al ocasionar un daño en la inervación, se pueden desencadenar alteraciones del sentido del gusto y en la función motora.

Otro efecto relacionado con la realización de un piercing son las posibles infecciones locales a la hora de efectuar la punción, así como la transmisión de distintas enfermedades por una precaria esterilización del material de perforación. Las principales enfermedades transmitidas son el SIDA, la hepatitis B o la hepatitis C, además del herpes simple o el tétanos. También se pueden producir a largo plazo bacteriemia, angina de Ludwig o incluso endocarditis bacteriana.

Asimismo, se asocian numerosas lesiones periodontales a los portadores de un piercing, siendo la más frecuente la recesión gingival. Las recesiones gingivales ligadas a la colocación de piercings labiales o linguales presentan una profundidad en torno a los 2 o 3 mm, aunque con un trauma continuado pueden agravarse y extenderse hasta la unión mucogingival e incluso provocar la pérdida de una pieza dental. Además, la zona donde se ubica la joya presenta una mayor complejidad a la hora de poner en práctica la higiene oral y supone una superficie de retención de placa bacteriana y de cálculo, pudiendo llegar a aparecer periodontitis a largo plazo.

Si atendemos a las posibles complicaciones que surgen en el ámbito dentario, principalmente encontramos traumatismos, pues son los efectos más frecuentemente ligados al uso de piercings. Los traumatismos dentales se producen debido al contacto de la joya con la pieza dentaria, así como al hábito de empujar el piercing con la lengua o jugar con él. Estas acciones conllevan posibles fracturas, fisuras, abrasiones o desprendimientos de espículas de esmalte, además de dañar restauraciones. Asimismo, surgen otros tipos de complicaciones, como son la malposición dentaria o la aparición de diastemas al desencadenarse movimientos en las piezas dentales. Otra complicación que puede aparecer consiste en la pérdida de alguna pieza dental, debido a una pérdida de inserción y la afectación del hueso alveolar a causa de una periodontitis.

Se puede constatar que surgen innumerables efectos lesivos sobre la cavidad oral cuando se porta un piercing oral o perioral. Además, estas personas deben seguir una serie de cuidados y medidas preventivas, entre los que se encuentran mantener una correcta higiene oral, llevando a cabo un cepillado adecuado y con el empleo de enjuagues bucales; evitar sustancias como el tabaco o el alcohol, que pueden incrementar los efectos nocivos derivados del piercing, o la realización de exámenes orales para determinar que todo está correcto, incluso cuando la herida se encuentra cicatrizada. El odontólogo debe estar preparado y ser consciente de las posibles complicaciones que pueda presentar el paciente portador de piercing; además, debe brindar a los sujetos la información necesaria para su cuidado y control con el fin de disminuir las complicaciones.

Existe gran discrepancia en la literatura científica en cuanto a la prevalencia de las complicaciones secundarias a la presencia de piercings en la cavidad oral11. Distintos estudios proporcionan valores para la prevalencia de complicaciones que se sitúan entre el 14 y el 86%. A pesar de que la mayor parte de la literatura científica al respecto reconoce los riesgos relacionados con esta práctica para la salud bucodental y general del individuo, existen estudios que no señalan los piercings como un problema de salud oral.

El tiempo es un factor importante a la hora de determinar si se darán complicaciones13. Sin embargo, otras investigaciones también afirman que no se ha encontrado una asociación significativa entre el tiempo de acción y la incidencia de complicaciones, pero este artículo en cuestión reconoce que el estudio presentaba deficiencias a la hora de evaluar dicha variable14. Se afirma que aquellos individuos que presenten un mayor riesgo de sangrado15, patologías del sistema inmune y cardiopatías serán más propensos a padecer complicaciones secundarias a piercings en la cavidad oral.

Existen multitud de razones que pueden contribuir a la aparición de complicaciones. Al evaluarse las condiciones de realización de piercings, se observa que tan sólo un 9,3% del total de las perforaciones las realiza un médico o un dentista17. Es también conveniente señalar que menos de un tercio de los usuarios de piercings limpian el mismo de forma regular y que la gran mayoría desconoce las posibles consecuencias de la perforación. En muchos casos, para ello se utilizan técnicas anestésicas no controladas por especialistas, lo que puede dar como resultado la sensibilización del individuo ante anestésicos utilizados para actuaciones clínicas odontológicas.

Las complicaciones que pueden presentarse son de muy diversa índole: inmediatas, dentarias, traumáticas, mucosas, periodontales, infecciosas, funcionales… El 36,7% de los sujetos sufre complicaciones inmediatas, fenómenos infecciosos o inflamatorios17. La inflamación es la complicación más frecuente, aparece de forma inmediata y, generalmente, se limita al tejido que ha sido perforado17. Su prevalencia es del 34,3 - 45,7%.

El sangrado en el lugar perforado es también una complicación relativamente frecuente. La hemorragia suele ser autolimitada, pero se dan casos de sangrado excesivo durante un tiempo prolongado18. El dolor también es una complicación frecuente durante la perforación y posteriormente a ésta19. Otras complicaciones inmediatas, menos frecuentes que las anteriores, son la lesión de nervios, la parálisis temporal o la pérdida de conciencia como resultado de un síncope vasovagal –debido al excesivo estrés fisiológico y a una respuesta anormal del sistema nervioso simpático–, lo cual no es un problema serio en individuos jóvenes y sanos, pero puede ser una complicación peligrosa en cardiópatas.

En cuanto a complicaciones dentarias, en la literatura se mencionan frecuentemente el desgaste, la rotura y la abrasión de los tejidos duros del diente, como consecuencia del contacto asiduo con el adorno. Aparecen mayoritariamente en piezas anteriores y en aquellas en contacto directo con el piercing20. Generalmente, son lesiones limitadas a esmalte y dentina, pero ciertos casos pueden provocar daños pulpares y terminar necesitando un tratamiento endodóncico. La prevalencia de esta complicación es del 13,9-20% y está fuertemente asociada a la presencia de parafunciones. Como reacción a la agresión producida por el adorno, puede darse movilidad y migración de piezas dentarias (generalmente incisivos centrales), ya que el hueso alveolar sufre remodelaciones para adaptarse a los cambios que supone la presencia del piercing en la cavidad oral. También pueden aparecer diastemas, frecuentemente interincisales en la línea media, e incluso perderse piezas dentarias o aparecer sensibilidad. También pueden constituir un factor de riesgo cariogénico.

En relación a las complicaciones traumáticas en las mucosas, la prevalencia de las alteraciones mucosas no inmediatas es del 14%. En los artículos consultados se mencionan eritemas mucosos, úlceras, abscesos y edemas linguales, así como fisuras en la línea media del dorso de la lengua.

Un piercing puede ser también la causa de complicaciones periodontales, puesto que constituye una superficie no descamativa y, por tanto, favorece el acúmulo de placa, lo que, combinado con el trauma que produce a nivel mucoso y dentario, hace que se comporte como un factor de riesgo periodontal. Asimismo, se enuncia que no se encuentra ninguna asociación entre la presencia del piercing y la enfermedad periodontal; sin embargo, el propio artículo advierte de la existencia de limitaciones en la investigación en torno a ese aspecto22. La literatura ofrece cifras variadas en cuanto a la incidencia de recesión gingival tras la colocación de un piercing en la cavidad oral: 26,6%, 19,2-68,13% (en la literatura revisada por Pires ILO et al. 2010) y 80%. El continuo contacto y trauma del piercing sobre la encía hace aumentar la cantidad de encía queratinizada, que se encuentra en relación inversa con la cantidad de encía adherida. La asociación entre el piercing y la recesión gingival es mucho mayor en la encía de las piezas anteriores mandibulares y la severidad varía, siendo 0,194% la media de recesión gingival. Llega a haber un 23,3% de casos con una recesión encuadrada entre 1-2 mm. La pérdida de hueso debida a la lesión inflamatoria que causa el acúmulo de placa y el trauma oclusal es más frecuente entre los incisivos centrales inferiores. La infección local es una de las complicaciones más frecuentes y también aumenta el riesgo de distintas infecciones sistémicas: celulitis, angina de Ludwig, endocarditis bacteriana, absceso cerebral y problemas infecciosos respiratorios.

Las distintas localizaciones en las que puede colocarse un piercing pueden interferir sobre diversas funciones, causando frecuentemente problemas a la hora de comer y hablar correctamente.

La perforación puede provocar un crecimiento excesivo de los tejidos lesionados y la formación de tejido reactivo que, junto con la inflamación, pueden provocar que el piercing se vea englobado por el tejido mucoso y sea necesaria una intervención quirúrgica para su extracción24. Otras complicaciones también mencionadas en los artículos consultados son: lengua bífida, aspiración o deglución del piercing –o parte del mismo–, osteomielitis, halitosis y xerostomía.

Los profesionales dentales deben asumir como propio el deber de educar a la sociedad sobre las complicaciones y los riesgos para la salud que implica la realización de estas prácticas, así como comprender las diversas condiciones que explican este comportamiento25. Es necesario que, en los casos en que un paciente informado elija realizarse un piercing oral, el dentista cuente con las competencias necesarias para informar sobre los cuidados adecuados que debe recibir este ornamento y que el paciente esté dispuesto a realizar un control profesional regular.

Debe recalcarse también que muchos de los estudios contaban con limitaciones a la hora de tomar en cuenta sus resultados y conclusiones. Por ejemplo, tan sólo un artículo menciona explícitamente que se hayan tenido en cuenta las distintas etiologías a las que podría deberse cada complicación concreta para así descartarlas y asegurar que la complicación es secundaria al piercing y no a otro tipo de pa­­to­logía. Este es el caso de la recesión gingival en di­cho artículo, ya que se men­ciona que se realizaron las pruebas pertinentes con el fin de descartar que ésta se debiera a enfermedad periodontal, presencia de cálculo, frenillo lingual de inserción alta, abrasión por dentífricos o una técnica de cepillado incorrecta.

Fuente del artículo: Maxillaris

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